La historia se repite en el Santiago Bernabéu, evocando momentos que aún perduran en el corazón de los madridistas. Fue Cristiano Ronaldo quien llegó cargado de promesas, no todavía con el icónico número 7, sino con el 9, porque Raúl, la leyenda del club, aún conservaba esa camiseta sagrada. Ronaldo esperó. Ascendió, se ganó sus galones y, en su segunda temporada, el 7 se convirtió en suyo. No fue solo un cambio de dorsal; marcó el inicio de una nueva era.
Hoy, Kylian Mbappé recorre un camino paralelo. Él también llegó con un dorsal que no era realmente suyo. El 10, el que representa la creatividad, la responsabilidad y el liderazgo —el dorsal que usa con Francia— seguía en manos de Luka Modric, Balón de Oro y símbolo eterno de la época dorada de este club. Pero el tiempo pasa, y con él la antorcha.
Ahora, el 10 pertenece a Mbappé.
Esto no es solo un cambio de dorsal. Es una declaración. Una señal de que Mbappé está asumiendo plenamente su rol, no solo como estrella, sino como líder. En un club donde los dorsales forman parte de la historia, este cuenta la historia de un jugador listo para asumir la responsabilidad, liderar una nueva generación y forjar su propio legado. Al fin y al cabo, el Real Madrid no entrega esos dorsales sin más. Se ganan. Y ahora, el futuro está en sus manos.
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