Con el apoyo institucional garantizado por Saporta y la inteligencia de Ferrándiz, el Real Madrid conformó un equipo legendario. Fue la década de Emiliano, Luyk, Sevillano y Brabender. Con ellos el Madrid arrasó en España y fue escalando posiciones en el continente hasta lograr, en 1964, su primera Copa de Europa. Tras ella, un torrente de éxitos.
El Real Madrid fue el primer equipo de Europa occidental que llegó a una final continental. Perdió las de 1962, ante el Dinamo de Tblisi, y 1963, contra el CSKA de Moscú. Hasta entonces los conjuntos del bloque soviético habían dominado el panorama internacional, pero en 1964 se retiraron temporalmente de la competición para preparar los Juegos Olímpicos de Tokio.
El Madrid, por su parte, se plantó en su tercera final de Copa de Europa consecutiva, contra el Spartak de Brno. Con Ferrándiz ejerciendo de director de la sección, era Joaquín Hernández quien entrenaba al equipo. Emiliano, Luyk y Bob Burgess rindieron a un nivel excelente. El Madrid ganó por 20 puntos en Fiesta Alegre (en la ida habían perdido por 11), inscribiendo su nombre en el palmarés del torneo que había ayudado a fundar.
Un año después, con los soviéticos de nuevo en competición, el Madrid refrendó su condición de mejor club del continente. En la final contra el poderoso CSKA de Moscú de nuevo las colosales actuaciones de Emiliano y Luyk llevaron al equipo blanco al título. La sección de baloncesto ya no abandonó esa posición de privilegio durante las décadas de los sesenta y setenta.
LOS VIAJES DE FERRÁNDIZ
Pedro Ferrándiz viajó en repetidas ocasiones a Estados Unidos en busca de jugadores que pudieran suponer un salto de calidad para el equipo. Él trajo al primer gran americano que vino a Europa, Wayne Hightower. El pívot iba a jugar con los Harlem Globetrotters mientras esperaba el permiso para entrar en la NBA, pero Ferrándiz voló a su Philadelphia natal y le convenció para venir a España. Hightower sólo estuvo una temporada (1961-62), pero en ella fue el máximo anotador de la Liga Nacional y ayudó al Madrid a meterse en su primera final de Copa de Europa. Sus siguientes viajes fueron incluso más fructíferos. En aquellas andanzas por tierras americanas, Ferrándiz, gracias a sus dotes de persuasión, cerró los fichajes de históricos del club como Clifford Luyk (1962), Wayne Brabender (1967) y Walter Szczerbiak (1973), entre muchos otros valiosos baloncestistas.
POR DELANTE DEL REGLAMENTO
Pedro Ferrándiz demostró ir siempre un paso por delante del resto. Un ejemplo. En la ida de los octavos de final de la Copa de Europa de 1962, el Real Madrid llegó bastante mermado al final de su partido contra el Varese. A pocos segundos para la conclusión, con el marcador empatado a puntos, e imaginando que una prórroga sería nefasta para sus intereses, Ferrándiz ordenó a su jugador Lorenzo Alocén anotar una canasta en su propio aro. El Madrid perdió el partido, pero por sólo dos puntos, diferencia que remontó con facilidad en Fiesta Alegre. Tras esa jugada la FIBA se vio obligada a cambiar su reglamento.
UN NUEVO HOGAR, UN NUEVO TORNEO
El 6 enero 1966 el Real Madrid inauguró el pabellón de baloncesto de la Ciudad Deportiva. Con el doble de aforo que Fiesta Alegre, fue la primera cancha en propiedad que tuvo la sección. Para celebrarlo, Raimundo Saporta ideó un torneo internacional con el Ignis Varese italiano, el Corinthians brasileño y el Jamaco Saint de Chicago. Inicialmente se llamó Copa Intercontinental. Fue el antecedente del Torneo de Navidad que el club organizó hasta 2004. A lo largo de esas casi cuatro décadas los mejores equipos del mundo vinieron a la capital cada fin de año a medirse con el Real Madrid. Se convirtió en una tradición que aumentó el prestigio de la entidad y fomentó el seguimiento del baloncesto en España.
PÓQUER DE TÍTULOS CONTRA PRONÓSTICO
La Copa de Europa había empezado a decidirse a partido único. En 1967 el Real Madrid consiguió organizar el torneo final, lo que resultó una ventaja. El equipo blanco conquistó en casa ante el Simmenthal de Milán su tercer título continental en cuatro años. En 1968, en cambio, repetir éxito parecía muy difícil. El Madrid volvió a llegar a la final, pero con Carlos Sevillano gravemente lesionado y Emiliano mermado por una problema en la espalda. El Spartak de Brno era el favorito, pero el equipo entrenado por Ferrándiz volvió a encontrar el camino a la victoria. De once ediciones disputadas hasta ese momento, el Real Madrid había ganado cuatro. Verdaderos dominadores del continente.